lunes, 28 de julio de 2014

Somos libres


Somos libres, por Richard Webb
¿Qué significa la frase “Somos libres”? ¿Libres de qué? ¿De quién? ¿Somos dueños de nuestras vidas? 

Ciertamente, nos hemos liberado de la dictadura española, pero hay cadenas que seguimos arrastrando, como el hambre, el aislamiento, la enfermedad y los atropellos de gobernantes. Además, tenemos cadenas nuevas, de factura propia, como el narcotráfico, el terrorismo, la contaminación y el infierno del tráfico. Además, hoy estamos cada día más sujetos a la influencia de un mundo global que nos ha cercenado la libertad en casi todo ámbito de la vida. Las reglas de juego y la gestión diaria responden más y más a fuerzas externas, como el poder económico de otros países, la injerencia de agresivas ONG internacionales y la creciente penetración de organizaciones mafiosas sin ley ni país. Finalmente, buscando las ventajas de la convivencia nos sometemos voluntariamente ante autoridades externas, poniéndonos en las manos de múltiples organismos, acuerdos y tribunales internacionales. 
Tampoco la lucha por la autodeterminación se limita a las fronteras nacionales. Antes que el país, el derecho a la libertad reside en la persona, cuyas afinidades, lealtades y preferencia de asociación deben ser respetadas. Por eso, lejos de ser un capítulo cerrado en 1821, la lucha por la identidad propia en el Perú no ha cesado, e incluso ha recrudecido durante las últimas décadas. Sus frentes no son ya las fronteras nacionales sino las diversas instancias de autogobierno a nivel subnacional, desde las etnias y comunidades hasta los caseríos, municipios y gobiernos regionales.
De allí que los avances hacia la autodeterminación hayan tomado la forma de una continua fragmentación de la organización social. Para expandir su capacidad de decisión, el caserío lucha para ser reconocido como anexo de una comunidad. El anexo aspira a su vez a independizarse de su comunidad madre, y la comunidad a convertirse en distrito, mientras que el distrito sueña con ser provincia. 
El resultado ha sido la multiplicación de todas esas instancias. El número de comunidades ha crecido sin parar, multiplicándose por diez desde 1961. Desde ese año, se han creado en promedio una nueva provincia, siete distritos y decenas de comunidades al año. Encima, desde los años noventa existe la posibilidad de reconocer un centro poblado rural como una municipalidad “menor”, categoría que cuenta con un presupuesto ínfimo, pero que otorga capacidades administrativas a la comunidad. Cada acto de elevación es celebrado a nivel local como un momento de independencia. En los niveles superiores, como las provincias y regiones, se estila incluso tener un himno propio, usualmente con el aire guerrero que dan las trompetas y tambores de la banda militar. 
A la pelea por la categoría jerárquica se suma la búsqueda de derechos específicos de autodeterminación, especialmente las relacionadas con el uso de la tierra y los recursos naturales, y apoyados por acuerdos internacionales como el convenio 169 de la OIT. 
¿Adónde nos lleva tanta autodeterminación? Apliquemos en el ámbito nacional lo que se aprende en el matrimonio y en la familia, donde tanto la libertad individual como el sacrificio de preferencias personales en aras de la convivencia son valores necesarios. No nos salvamos de la necesidad de una constante reflexión para calibrar la mejor combinación.

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