jueves, 12 de marzo de 2015

Salir del clóset, para luego salir por las ventanas

'La esperanza nunca será silenciosa' /-Harvey Milk 

La política representada ha mostrado su rostro más infame, y ha vuelto para hacerte recordar que la sonrisa esbozada en campaña se torna en indiferencia y rechazo cuando se trata de defender los derechos de quienes los mantienen día a día con sus impuestos. La representación parlamentaria, blandengue como ella sola, ha vuelto a llenar las planas de los periódicos en los que demuestra su precariedad para poder pensar más allá de la moral religiosa o de esa cojudez a la que llaman familia tradicional. Lector religioso, si estás leyendo esto, estás a tiempo de abandonar esta entrada, este blog; porque no pienso bajar el calibre ante tanto atropello y canallada.
No contentos con brindar espectáculos tristes en cada sesión, no contentos con legislar entre gallos y medianoche cuando les conviene para avalar políticas públicas mediocres; siguen perpetuando la postergación histórica y hacen de la negación una costumbre institucional de este Estado que no les pertenece, que no es su chacra. Siga volteando la mirada, señora congresista. Siga haciéndose el huevón, señor parlamentario. Pero eso sí, no crea que el cargo le durará toda la vida. No crea que la indignación no crece, y que detrás del adjetivo “maricón” no se esconde la cobardía. Todo lo contrario; si por la población LTGB fuera, estaría atado y montado en una burra de regreso a su casa.
La retahíla de vergonzosos argumentos que alimenta al parlamentario religioso promedio, (porque tenemos a varios de estos imbéciles) va desde culpar a la unión homosexual de las transformaciones demograficas en Europa Occidental, pasando por comparar el afecto entre personas del mismo sexo con la zoofilia o la pedofilia; hasta llegar a asumir que el riesgo del reconocimiento incrementará la homosexualidad (¡Habrase visto semejante salvajada!) tal como lo haría la legalización de los narcóticos con la drogodependencia

Sin embargo, lo que demuestra la enfermedad de nuestra sociedad es la poca capacidad que tienen muchas personas para ponerse en el lugar del otro. La calle alberga ese penoso susurro: “pero la mayoría de la gente no quiere a los maricas, pues” o “así es la democracia, la mayoría manda y ya bastante tienen con que se les perdone el pecado”. Esa comprensión retrasada de la democracia, que nos hace pensar que esta es la simple suma de 1+1=11; nos está pasando factura. ¿El resultado? Seguiremos siendo cómplices de los crímenes de odio, de que un “marica asesinado”, una “leca muerta” o un “trans gomeado” no sólo llenen las páginas de la prensa amarilla, sino que sean motivo de estúpido festejo. “Debe ser castigo de dios, uno menos”. Y eso que aquí no enumero la imposibilidad del heredar, del acceder a un crédito para comprar bienes conjuntos, o del visitarle cuando padezca enfermedad en hospital; hasta llegar a la simple compañía en el lecho de muerte.Así de jodidos estamos.
Veinte años de conflicto armado no han sido suficientes para enseñarnos que el ombliguismo cultural es la peor de las negligencias. Pero una cosa queda ya bastante clara: esta pelea recién comienza y se hará voz a voz, grito a grito, marcha a marcha, piedra a piedra, bala a bala, muerte a muerte. Porque a la marginalidad de la mujer, del analfabeto, del anciano, del indígena, del campesino, del migrante, del quechuahablante, del colorpuerta, pretenden sumarle la del homosexual. Esta no es una batalla sólo para confesar a la familia una orientación sexual, es para quebrar el falso imaginario de las instituciones tradicionales. Esta no es una pugna que se queda en salir del clóset. Es necesario también salir por las ventanas, para luego conquistar la libertad.

domingo, 1 de marzo de 2015

La bendita maldición de Gutenberg

El invento de la imprenta por Gutenberg desató en su tiempo una ola de críticas. A la teoría de que era peligroso poner al alcance de “la plebe” la cultura a través de tanto libro, se sumaron voces que decían que la juventud se perdería en el ocio y la distracción de leer dejando de esa manera de trabajar y hacer cosas provechosas (igualito a lo que hoy se dice de la juventud y las computadoras, los smartphones y las redes sociales). Incluso, en pleno siglo XIX, el dos veces primer ministro británico Benjamin Disraeli llegó a decir que la mayor desgracia que le había caído al hombre era la imprenta porque había destruido la educación.
La información democratiza el poder porque nos da la posibilidad de elegir entre más opciones. A quienes no les gusta democratizar ese poder, la difusión de información les es peligrosa porque con ella se da a conocer tanto lo que nos gusta como lo que no nos gusta.
Algunos querían decidir lo que debían leer los demás. Entonces a Gutenberg se le respondió con la censura. 
El caso más notable es el Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum o Índice de los Libros Prohibidos (más conocido como el Índex), una relación de publicaciones prohibidas y perseguidas por la Iglesia Católica. Este incluía a autores como La Fontaine, Descartes, Montesquieu, Copérnico, Zola, Balzac, Victor Hugo (“Los miserables” recién se retiró del Índex en 1959), Pascal, Hume, Kant, Darwin o Sartre. Incluso hasta “Los tres mosqueteros” de Dumas estuvo incluido, pues se consideraba anticlerical el trato que daban al archienemigo de D’Artagnan y sus amigos, el cardenal Richeliu. Otro ejemplo interesante es la del sexólogo holandés Theodoor Hendrik van de Velde, autor del manual de sexo “El matrimonio perfecto”, en el que se animaba a los matrimonios a disfrutar del sexo.
Pero la cesura no se limita a la Iglesia. “1984” de Orwell, el “Ulises” de Joyce, “El gran Gatsby” de Fitzgerald, entre otros, fueron censurados en Estados Unidos por contener material sexual explícito. “Harry Potter” ha sido también censurado en ese país para su uso en educación por considerar que va en contra de las enseñanzas cristianas. Algo similar ocurrió con “El mago de Oz”, pues se pensaba que fomentaba la brujería. “Sherlock Holmes” fue censurado en la Unión Soviética por las creencias esotéricas de su autor (Arthur Conan Doyle). Y “Alicia en el país de las maravillas” fue censurado en China por darle a los animales la capacidad de interactuar como los humanos. 
Somos libres de expresar que lo que dicen esos libros nos gusta o no. Somos libres de criticar sus ideas o sus personajes o los valores que difunden. Somos libres de no leerlos. Pero no somos libres de impedir que otros usen su libertad para leerlos.
Somos libres de marchar contra la llamada televisión basura. Programas como “Combate” o “Esto es guerra” me parecen estúpidos y sin gracia. Si los dueños de los canales me pidieran mi opinión, les recomendaría que los saquen. Pero esa es mi opinión y puede diferir de la de otros. El problema es pretender que la ley o las interpretaciones de esas leyes limiten la libertad de esos otros. Las opiniones se combaten con opiniones, no con leyes.

¿Y los niños? Pues la facultad de decidir qué ven o qué no ven los niños es de los padres, no del Estado. Es legítimo que un padre censure lo que su hijo debe ver. Lo que no es legítimo es que esa censura sea decidida por otros.
Wendell Phillips decía que la pólvora hizo para la guerra lo que la imprenta ha hecho por la mente. Las malas ideas son tan necesarias como las buenas para ejercitar nuestra inteligencia, entrenar nuestra tolerancia y ejercer nuestra libertad. Así podemos aprender a distinguir lo bueno de lo malo, porque la censura no es sino engañar a nuestra mente privándola de la posibilidad de juzgar. Parafraseando a Bentham, es imposible medir el mal que causa la censura porque es imposible decir dónde termina.

Domingos con olor a cuaderno nuevo

Los domingos huelen a colegio. Sobre todo el último domingo de verano (que antes era pegado a abril y hoy pegado a fregarte tu verano). En mi época escolar el asunto era peor: no había acabado el sol y había que enfundarse en el picoso pantalón de poliéster y la almidonada camisa blanca o la gris esa que ya dejé de utilizar. Un proceso de allanamiento a la individualización, a ser iguales ante la ley de la palmeta educativa.
La educación es un derecho universal de reciente factura. En la colonia era solo para unos cuantos privilegiados: peninsulares, la nobleza criolla e indígena y para algunos mestizos pudientes. Más aun, los requerimientos eran mayores: se exigía la limpieza de sangre, la legitimidad del nacimiento, buena crianza y buenas costumbres. Y esto hasta bien entrada la república, también. Los principales educadores en la Lima colonial fueron los religiosos y entre ellos los jesuitas.
El Colegio del Príncipe para caciques nobles se ubicó donde hoy está el colegio Alipio Ponce en Barrios Altos; el Colegio Real de San Felipe y San Marcos, frente a Bellas Artes en el jirón Ancash, el Colegio Real de San Martín, en la manzana donde hoy está esa inmensa mole del Ministerio Público en la avenida Abancay (en los primeros años de la república se estableció en un área de ese desaparecido colegio la Escuela Normal, primer instituto para formar educadores). Eso sin contar los otros colegios en donde se formaban a los novicios y se continuaban los estudios mayores para los propios religiosos.
Al desaparecer los jesuitas por su expulsión se produce un vacío que se resuelve fusionando algunos colegios para formar la institución que causaría más influjo en nuestra vida republicana: el Real Convictorio de San Carlos (en la república ya sin el Real). Este se ubicó en la desaparecida casa novicial jesuita, hoy la casona de San Marcos. En 1840, al frente del colegio de los carolinos, se fundó el colegio Guadalupe (detrás de ese gran edificio que fue del Ministerio de Educación), el primer colegio fundado en la república y con espíritu laicista y liberal a despecho del conservador San Carlos.
Un dato curioso que salta a la vista es que todos estos colegios se ubicaron al este de la Plaza Mayor. No he encontrado ningún caso de algún colegio que se haya instalado hacia el oeste (como sí sucedió con los hospitales) hasta la mudanza del Guadalupe en Alfonso Ugarte. Esto es importante porque marca una espacialidad y dinámica a una red de tránsito y de servicios colegiales que se ubicó hacia ese lado de la ciudad dándole una característica especial.
Este dato quizás pueda servir a investigadores de la historia urbana de la ciudad para establecer correlaciones, por ejemplo, con mercados, fondas, casas de placer, etc. Tan solo la historia del convictorio como germen de la república bajo la égida del sacerdote chachapoyano Toribio Rodríguez de Mendoza me daría tema para un artículo entero, pero es domingo y ya comienza a oler a colegio.

martes, 24 de febrero de 2015

Por la aprobación de la unión civil


En los últimos siglos, las grandes luchas por los derechos civiles se han visto enmarcadas principalmente en la defensa de los derechos de las mujeres y la abolición de la esclavitud y la segregación racial, costumbres arraigadas y consideradas “normales” durante mucho tiempo. En la actualidad, son los derechos de la comunidad LGBT los que han tomado la posta de la lucha en busca de la libertad y la igualdad para todos y todas.
Así, en setiembre del 2013, los medios decidieron someter al debate público un tema que no podía seguir siendo relegado y visto como prohibido: la unión civil entre personas del mismo sexo; ello a fin de revertir el vacío legislativo que existe en nuestro ordenamiento y poder eliminar la inequidad que se tiene, reconociendo los derechos civiles de cerca de tres millones de peruanos y peruanas lesbianas, gays, bisexuales y transexuales. 
Y es que con la aprobación de la unión civil, se sentará efectivamente el reconocimiento del derecho a la igualdad y libertad que toca a todo ser humano, libre de toda discriminación, ya que las parejas homosexuales deben ser tratadas de la misma manera que las parejas heterosexuales. En este sentido, se concretizaría la manifestación del libre desarrollo y el de poder llevar a cabo el proyecto de vida en común que han elegido dos personas del mismo sexo mayores de edad, permitiendo con ello su realización como seres humanos en la sociedad. 
Esto, en el tiempo transcurrido, ha sido reconocido por las principales instituciones técnicas del país relacionadas con temas de justicia y derechos humanos: el Ministerio de Justicia, la Defensoría del Pueblo, la Fiscalía de la Nación y el Poder Judicial, que se han pronunciado a favor de este proyecto de ley y de que se regulen las uniones de personas del mismo sexo. Además, las Naciones Unidas y Amnistía Internacional han instado a que en el Perú las parejas homosexuales sean tratadas de la misma manera que las parejas heterosexuales. 
Por tanto, prontos a comenzar el debate en marzo en el Congreso, este debe reflexionar que cuenta con la ocasión de dar respuesta a quienes durante años han sido menospreciados y cuyos derechos han sido ignorados, su dignidad ofendida, su identidad negada y su libertad reprimida. En los próximos días los congresistas miembros de la Comisión de Justicia tendrán la oportunidad de devolver a nuestros miles de compatriotas lesbianas, gays, bisexuales y transexuales el respeto que se merecen, reconocer su dignidad y restituir su libertad. Tendrán la oportunidad de decidir de qué lado de la historia quieren estar y ser recordados. Del lado de la justicia social, como propulsores de una sociedad más digna, decente, incluyente y tolerante; o de aquella remota de siglos pasados integrada por esclavistas, marginadores y humillantes.
Es verdad que la comunidad LGTB es tan solo una minoría. Pero debe saberse que la aprobación de la unión civil será un triunfo de todos los peruanos y peruanas, pues creemos que es la victoria de la libertad y de la igualdad. Con ello, estamos construyendo un país más decente, y una sociedad decente es aquella que no humilla, oprime ni sojuzga a sus miembros, lo cual nos hace finalmente mejores a todos.

viernes, 9 de enero de 2015

El humor es LIBRE

Buen tiempo que no escribía en este blog. Se cruzaron demasiadas obligaciones en mi camino, la escuela, el trabajo, y asuntos personales (que sinceramente no tengo por qué explicar por aquí), que no me permitieron continuar con este blog. Pero viendo el ultimo suceso de trascendencia mundial, me decidí a dar mi punto de vista al respecto, y qué mejor que hacerlo por aquí.

Aunque esta vez me cuesta escribir. Mi computadora y mi cabeza están en blanco, pero parece que fuera un ecran por donde se proyecta la escena escalofriante y sádica de ese maldito terrorista que, en nombre de Alá, remata a un policía que yace herido en plena acera. ¿Cómo puedo creerles a estos salvajes cuando dicen que 'han vengado al profeta'? ¿Qué? ¿Asesinando a dos policías y a diez miembros de una revista que nunca esgrimieron armas ni mataron a ningún musulmán, sino satirizaban a personajes de la política y al extremismo religioso, no solo musulmán sino católico o judío? Claro, quien ha estudiado la historia de la publicación Charlie Hebdo sabe que adoptó un humor corrosivo, , punzante, hasta cierto punto visceral. Me imagino que por herencia. Recordar que durante la Revolución Francesa destacaron periodistas como Pedro Pablo Marat, que fue asesinado en su bañera por Carlota Corday porque sus escritos iban a llevar a miles de opositores del jacobismo extremo a la guillotina. Ese humor tan francés de Charlie era de los que hacía reir a los enemigos de los caricaturizados y hacían rumiar odio y venganza a los aludidos y sus seguidores.

Así, en 1970, cuando la publicación se llamaba L'hebdo Hara-kiri, recibió su primera clausura porque el día que murió el expresidente y héroe de la resistencia francesa, Charles de Gaulle, apareció con este titular: 'Baile trágico en Colombey: un muerto'. Colombey fue el pueblo donde residió De Gaulle luego de retirarse de la política. Unos días antes de su deceso hubo un incendio en una discoteca de ese pueblo y murieron varios jóvenes. Por eso, el día del fallecimiento del estadista, el titular hablaba de 'baile trágico', lo que fue considerado una afrenta por el gobierno y los censuraron. 

Como veremos, sus humoristas no creían en nadie. En el año 2005 descubren a la que sería otra de sus víctimas: el extremismo musulmán. Un diario de Dinamarca había publicado doce viñetas satíricas de Mahoma. Pese a que la colonia árabe no es tan numerosa en ese país, el escándalo no solo rebasó la sociedad danesa sino que se extandió al mundo entero, incluso el dibujante fue objeto de un atentado contra su vida. El país con más colonia musulmana es Francia y los responsables de la revista decidieron reproducir las doce viñetas del danés, ganándose la declaratoria de guerra de todas las facciones seguidoras de Alá y Mahoma. Después de los terribles atentados del 11 de septiembre, Charlie Hebdo lun número especial con caricaturas sobre Mahoma. En la carátula se veía a Mahoma llorando y señalando 'es duro ser amado por idiotas...'. El propio presidente Jacques Chirac criticó a los editores de la revista y los llamó 'provocadores'. Pese las amenazas y críticas, la revista vendió en pocas horas más de 400 mil ejemplares, triplicando su anterior récord. 'El éxito prueba el interés que la gente tiene por su propia libertad. Es una respuesta ciudadana', sostuvo director de ese entonces, Philippe Val. A los pocos meses, manos siniestras arrojaron bombas molotov al local de la publicación y la incendiaron. Un grupo radical se responsabilizó por el atentado y amenazó de muerte a los editores. Si bien los símbolos de la religión musulmana y sus seguidores del bando radical y terrorista eran 'caseritos' de los humoristas, también el papa Francisco y la iglesia Católica recibieron durísimas críticas vía las corrosivas viñetas de sus caricaturas. Por ejemplo, cuando tocaron el tema de los curas pedófilos del Vaticano, retrataron a un cura en la cama con un angelito. La jerarquía puso el grito en el cielo y las consideró ofensivas para los millones de fieles, pero ningún grupo de esta fe lanzó amenazas de muerte ni planificó atentado alguno. Ideas con ideas. El humor burlón, el político contra los poderosos, los corruptos o el fanatismo religioso son manifestaciones de la libertad de expresión. No hay nada más importante que eso y nada más malsano y diabólico que el que quiere matarla a balazos.

miércoles, 7 de enero de 2015

La 'ley Pulpín' no ha muerto (solo está dormida)

Durante mucho tiempo se ha temido que el dictador Juan Velasco Alvarado fuese el principal modelo del presidente Humala en el ejercicio el poder. Los elogios que ha dispensado frecuentemente a quien él llama “mi general” y no pocos de sus gestos políticos desde que asumió la presidencia hacían pensar así. A la luz de algunos acontecimientos recientes, sin embargo, se diría que el actual mandatario es más bien tributario del pensamiento de Manuel Prado Ugarteche, quien afirmaba que en el Perú hay dos tipos de problemas: los que no tienen solución y los que se solucionan solos, pues esta última es la filosofía que parece haber adoptado con respecto a la suerte del nuevo régimen laboral juvenil o ‘ley pulpín’.
La norma, como se sabe, ha encontrado una ruidosa resistencia en las calles y, como consecuencia, la mayoría de organizaciones políticas presentes en el Congreso ahora exigen su derogación y probablemente acaben por conseguirla. Pero si eso ocurre no será porque no existen argumentos para defenderla, sino porque el gobierno ha sido absolutamente deficitario en esa tarea.
Es verdad que los ministros Ghezzi, Segura y Otárola han hecho esfuerzos por explicar las ventajas que la ley ofrece, y que la primera dama ha intentado respaldarlos, así como que se ha intentado promocionarla a través de encartes y campañas en Facebook y Twitter. Pero es cierto también que el turno del empeño persuasivo era antes de que el régimen en cuestión fuese aprobado y no cuando la pradera ya estaba incendiada y el encanto de oponerse a una iniciativa oficial se había convertido en un fin en sí mismo. La discusión de una ley en el Parlamento, lamentablemente, a veces pasa desapercibida hasta para los propios parlamentarios. Y si la idea salió originalmente del Ejecutivo, tendrían que haber sido sus voceros y representantes los que se comprasen antes que nadie la, digamos, agitación y propaganda del espíritu de la norma. Eso podría haberse materializado, por ejemplo, a través de algo similar a los conocidos ‘Green Papers’ y ‘White Papers’ que se publican en el Reino Unido durante el tiempo de elaboración de una iniciativa gubernamental, invitando a los interesados a participar del proceso.
Lo cierto es que, como decíamos, los argumentos para abogar por la ley existen. ¿Cómo no va a poder defenderse un régimen que hace menos onerosa la contratación formal de un adulto menor de 24 años en un país que tiene uno de los 20 regímenes laborales más rígidos del planeta, o en el que siete de cada diez personas con algún tipo de trabajo se ven en la necesidad de desarrollarlo en la informalidad? Esto, por supuesto, no quiere decir que la ‘ley pulpín’ sea impecable. De hecho hay quienes han observado ya las distorsiones que podría producir en el mercado laboral y la inutilidad de sus pretendidos ‘candados’, habida cuenta de su dependencia de una fiscalización que se anuncia más teórica que efectiva.
Esas debilidades, sin embargo, no deberían ser sino una razón adicional para que el gobierno acceda a discutir nuevamente el asunto dentro y fuera del Congreso y rescate así los beneficios de esta iniciativa. Le corresponde al oficialismo, efectivamente, demostrar que sus ideas son mejores que las de quienes se oponen a la norma por simple voluntad de sintonía con los protestantes o por prejuicio ideológico (dos pruritos que, dicho sea de paso, han encontrado terreno fértil en la propia bancada de Gana Perú). Pero, lejos de eso, la actitud de Palacio consiste en hacer como si el problema no existiera o, según la mencionada doctrina del ex presidente Prado Ugarteche, fuera a resolverse solo.
El presidente Humala, en particular, se limita a pedir el beneficio de la duda para la ley y a denunciar la inconsistencia de aquellos líderes políticos que, como Alan García, promovieron iniciativas similares en su momento. O, en todo caso, a hacer escarnio de la mutabilidad de los legisladores que en un primer momento votaron a favor del nuevo régimen y luego, intimidados por la reacción que desató en las plazas y en las redes sociales, retrocedieron sin empacho. Como si fustigar por sus veleidades populistas a quienes antes identificó con las “cloacas” o los “mamarrachos” fuese a granjearle el apoyo político que precisa.
Y mientras tanto, claro, la ‘ley pulpín’ marcha imperturbable hacia su derogación en la Comisión Permanente o en el pleno, bajo la mirada melancólica de sus empeñosos gestores que, como los siete enanitos cuando contemplaban a Blancanieves con la manzana atragantada, musitan que no ha muerto y solo está dormida.